domingo, 25 de octubre de 2009

CRISIS DEL DOLAR

Crisis del Dolar

Durante todo el siglo XIX, con 20 dólares se podía adquirir lo mismo que con una onza de oro. En la primera década del siglo XX se empezó a pervertir el patrón oro y, con sólo 20 años, en 1934, el valor del dólar se había dilapidado de tal forma que hacían falta 35 para comprar una onza. Cuando, a mediados de siglo se abogaba por el retorno al patrón oro con una paridad que costaba el doble, más de 70 dólares, el valor del dólar respecto del oro siguió cayendo mucho más. Hoy, en los mercados internacionales, no bastan 900 dólares para comprar una onza de oro.

Es decir, en los últimos 100 el dólar ha perdido en términos de oro, más del 100% de su valor. Así, cuando Nixon decidió romper el último lazo entre el oro y el dólar, ya en el mercado predominaron los que quisieron deshacerse a toda prisa de sus dólares para poder comprar activos cuyo valor no se degrade tan rápidamente. Por eso, el oro, el petróleo y otros activos vieron cómo su precio se disparaba en dólares. La inflación del dólar llegó a los dos dígitos. Curiosamente a esto no se le llamó “la crisis del dólar”, sino “la crisis del petróleo”.


Cuando se financió el enorme gasto público a fuerza de imprimir más dólares sin respaldo en reservas, el dólar perdió su valor rápidamente. Para frenar la inflación, los gobiernos impusieron todo tipo de restricciones y controles de precios y salarios. El estancamiento económico se vino a sumar a la inflación. Así se creó la llamada “estanflación”, que, entre otras cosas, dejaba en evidencia los errores de la teoría keynesiana, que había dado por hecho que una inflación y un estancamiento no podían darse al mismo tiempo.


Con unas economías occidentales estancadas y abundancia de dólares, los bancos no encontraron a quien prestarle para nuevas inversiones, lo que fue aprovechado por gobiernos de países pobres. Por fin, podrían conseguir dinero a bajo costo. Tristemente, esos gobiernos no dedicaron los préstamos a empresas productivas que permitieran desarrollar sus países. Al contrario, en gran medida, esos fondos fueron a parar a cuentas privadas de altos funcionarios de esos países. Otra parte muy considerable fue destinada a gastos militares. Sólo a principios de la década de 1980, Occidente empezó a levantar cabeza. Con la reactivación económica, las empresas volvieron a pedir préstamos a los bancos, pero, obviamente, los tipos de interés volvieron a subir. Fue un amargo despertar para los países pobres.


Después de una década desaprovechando préstamos, llegaba la hora de pagarlos. Saldar una deuda cuando los tipos de interés están en plena escalada, es complicado. Que, encima, no se use el dinero para producir la suficiente riqueza con que devolverla, hace imposible el pago. Y, como era de esperar, México, un país grande, fue el primero en reconocer que no podía pagar la deuda. De ahí, el caso se repitió en multitud de países.


En algunos, los gobiernos deciden echar mano de la máquina de emitir dinero y acabar con la curiosa combinación de contar cada vez con más billetes y menos riqueza. La crisis de los 70 nos dejó una valiosa enseñanza que Carl Menger había explicado un siglo antes. El dinero no es una cantidad que pueda generarse o imprimirse a partir de la nada y por decreto, sino una cualidad (la liquidez) que el mercado descubre en los bienes y en los activos. La liquidez consiste en no sufrir pérdidas de valor (o de tiempo) al desprenderse de cantidades, incluso enormes, de un bien.


Bien sea dinero mercancía o activos monetizables, se deben constituir o representar los bienes más deseados por el mercado. Inexorablemente, la violación de esta ley significa tener que pagar el precio de las recesiones. Que sean “deflacionarias” o “inflacionarias” sólo dependerá del activo que tomemos como referencia para expresar los precios. Como muy bien señalan Eiteman y Stonehill (2006), desde marzo de 1973 los tipos de cambio se han hecho mucho más volátiles y menos predecibles. Esta variabilidad se debió en parte a un gran número de crisis inesperadas en el orden monetario mundial.


Y la crisis del dólar ha sobrellevado, de alguna manera, una gran cantidad de crisis importantes: la del petróleo en 1973, la falta de confianza en 1977-78, la segunda crisis del petróleo, la formación del Sistema Monetario Europeo y la diversificación de las reservas de los bancos centrales en monedas extranjeras en 1979 y la sorprendente fuerza de los flujos de capital hacia los bienes raíces (1981-1985), seguido del rápido avance de políticas proteccionistas hasta inicios de 1988. Después vinieron la intervención en Irak (1990), la crisis asiática (1997), la crisis del 9-11 (2001) y la actual fase de recesión mundial 2007-2009.

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