domingo, 25 de octubre de 2009

CONOCIMIENTO DE LA DIOVERSIDAD

CONOCIMIENTO DE LA DIOVERSIDAD

cambio, aún constatando su naturaleza ilusoria.
La diversidad, la creación de la humanidad en pueblos y culturas diversas hace posible el deseo y la necesidad recíprocas de comprender y valorar la unidad esencial del ser humano que subyace tras las diferencias externas, de raza, lengua o cultura. El valor de la diversidad reside, para el ser humano, en la posibilidad que aquella le brinda para el conociIgualdad, diversidad y conocimiento
Los medios digitales están abriendo espacios de comunicación allí donde más se proscribe el diálogo, donde más se imponen los discursos y los panteones imaginarios. Hasta ahora el pensamiento moderno, incluso desde sus más relativistas y posmodernos planteamientos, no había dejado de obviar la supremacía del discurso científico laico e ilustrado, y por ello quizás no ha podido librarse del dogmatismo y de otras lacras que tanto dificultan el librepensamiento y la actividad creativa, tan necesarios para la supervivencia del ser humano como criatura racional y responsable, capaz de comprender y actuar sobre el mundo.
Los nuevos medios de comunicación expresan sobre todo una inmensa y a menudo agotadora diversidad. Una diversidad emergente que no es sino la expresión de una humanidad viva y plena de contenidos, expresión de los avatares de un proceso secular de conocimiento. Una diversidad que es, según la Revelación, parte de la creación global, del macrocosmos:
“Y entre Sus portentos está la creación de los cielos y la tierra, y la diversidad de vuestras lenguas y colores: pues, ¡ciertamente, en esto hay en verdad mensajes para quienes poseen conocimiento!” (Corán, sura 30, aya 22)

Esta diversidad cultural, lingüística, ideológica o religiosa es equiparable a la diversidad biológica, a la diversidad genética de los seres vivos y de la naturaleza como conjunto unitario y armónico. De hecho son expresiones diversas de un mismo proceso global. La diversidad es, en ambos contextos, garantía de supervivencia, porque la polaridad y la tensión que aquella implica son condición irrenunciable de cualquier existencia:
“¡Oh gentes! Ciertamente, os hemos creado a todos de varón y hembra, y os hemos hecho naciones y tribus diversas para que os reconozcáis unos a otros. Realmente, el más noble de vosotros ante Dios es aquel que es más profundamente consciente de Él. Ciertamente, Dios es omnisciente, consciente de todo.” (Corán, Sura 49, Al-Huyurat, Las Habitaciones Privadas, aya 13)

El origen biológico común implica una igualdad en cuanto a la consideración y la dignidad de cada ser humano. Dignidad que aparece como inherente a la búsqueda de conocimiento y sentido existencial. Y diferencia que se nos explica como requisito irrenunciable del conocer.
El camino desde la polaridad, desde la condición de criatura hija de un padre y una madre, hija del lenguaje, hacia la unidad, hacia la Realidad, pasa necesariamente por una experiencia de la diversidad, como cualidad propia del mundo. Inevitablemente esta conciencia de la diversidad en la creación lleva implícitas la conciencia de su relatividad y transitoriedad y la necesidad de enfrentar y vivir ese mundo diverso en permanente miento y la existencia racional y espiritual.
Por la Revelación sabemos los musulmanes que la diversidad es una condición maravillosa del existir. Por nuestra manera de vivir sabemos que la sumisión a Dios, el islam, supone la aceptación de nuestra existencia en la diversidad. Tenemos conciencia de ser parte en una creación de seres y criaturas diversas, una conciencia que excluye toda forma de prejuicio racial, cultural o religioso.
En un pasaje coránico, revelador sobre esta cuestión, encontramos un episodio referido a Moisés (Musa), la paz sea con él, en el que éste acaba matando a un egipcio por solidaridad con su propia tribu:
“Y un día entró en la ciudad mientras sus habitantes estaban descansando en sus casas ajenos a lo que pasaba en las calles; y encontró allí a dos hombres peleándose, uno era de su gente, y el otro de sus enemigos. Y el que era de su gente le pidió ayuda contra el que era de sus enemigos, y entonces Musa le dio un puñetazo, causándole la muerte. Pero luego dijo para sí: ‘¡Esto es obra de Shaytán! Ciertamente, es un enemigo declarado, que extravía al hombre’ Y oró: ‘¡Oh Rabb! ¡Ciertamente, he pecado contra mí mismo! ¡Concédeme, pues, Tu perdón!’ Y Él le perdonó, pues, ciertamente, sólo Él es realmente indulgente, dispensador de gracia. Dijo: ‘¡Oh mi Rabb! ¡Prometo, por todas las bendiciones que me has concedido, que jamás asistiré a quienes están hundidos en el pecado!’ (Sura 28. Al Qasas. La historia. Ayat 15-17)

El escenario no puede ser más expresivo. Los habitantes del imperio descansan dentro de sus casas, ajenos a lo que ocurre en el exterior, en las calles, en los campos, en las obras. Los ciudadanos viven ensimismados entre los velos que les procuran las imágenes, las palabras, las ideas. No les afectan el sufrimiento ni la lucha de quienes se debaten en las calles, las vidas de quienes subsisten como esclavos o asalariados. Moisés sale a la calle y encuentra allí la expresión del conflicto entre dos pueblos, una escenificación de su propia contradicción interior. Ayuda al hebreo por una cuestión de solidaridad étnica y tribal, sin detenerse a considerar quién lleva razón, pero inmediatamente comprende su error, se da cuenta de que en este caso la razón está de parte del otro y de que había matado a un inocente movido por un prejuicio racial o tribal.
La enseñanza implícita en este pasaje del Corán es destacada y explicada por el profeta Muhámmad, la paz y las bendiciones sean con él, en varias ocasiones.
A propósito de ello existe un hadiz de Abu Da'ud, transmitido de Yubair ibn Mutiim, donde el profeta dice:
“No es de los nuestros quien proclama la causa del partidismo tribal; no es de los nuestros quien combate por la causa del partidismo tribal; y no es de los nuestros quien muere por la causa del partidismo tribal". Cuando se le pidió que explicara el significado de "partidismo tribal", el profeta respondió: "Significa apoyar a tu gente en una causa injusta."
Queda con ello explicitada la igualdad esencial de los seres humanos. La diferencia, en cambio, surge de la disposición particular de cada criatura. Esa diferencia no la establecen ni la etnia ni la cultura ni el territorio sino la resolución interna, en cada ser humano, la conciencia de su propia contradicción esencial. Luego esas condiciones internas se buscan mutuamente, porque se necesitan para sobrevivir en sus respectivas visiones. Así se forman los grupos y las comunidades.
La semilla del alma humana espiritual aparece siempre inserta en una genealogía, en una tradición (silsila), en un pueblo y en una cultura, no para hacerlos depositarios exclusivos de la verdad, sino para que puedan beneficiarse de ella accediendo a la realidad. El ser humano encuentra dignidad y distinción en el lenguaje y en el pensamiento, en aquella conciencia que dota de cualidad y sentido a su acción. Dios no establece más distinciones y grados entre los seres humanos que aquellos que resultan de esa conciencia que es siempre un reconocimiento e implica un conocimiento de lo real. El Profeta dijo, refiriéndose a que la gente hiciera alarde de su pasado nacional o tribal:
“Ciertamente, Dios ha apartado de vosotros la arrogancia del paganismo ignorante (yahiliya) y su jactancia de glorias pasadas. El hombre es o bien un creyente consciente de Dios o un desdichado pecador. La gente son todos hijos de Adán, y Adán fue creado de tierra.”
(Fragmento de un hadiz citado por Tirmidi y Abu Da’ud, transmitido de Abu Huraira.)
La arrogancia a que se refiere Dios en el Corán es la propia de quienes no albergan ningún sentimiento o idea trascendente, de aquellos que consideran las antiguas sabidurías como parte de una experiencia mítica. Esta arrogancia es propia tanto del racionalismo dogmático cientificista como del racionalismo religioso. Esta arrogancia ha llevado aparejadas la alienación de la conciencia y la conquista de la naturaleza, procesos ambos que implican una abolición forzosa de la diversidad, una homogeneización cultural y biológica, un forzamiento de la ley natural, de la ley creadora, que se expresa en todos los ámbitos de actuación del ser humano, y que hoy es bastante evidente en ese espacio que denominamos ecosistema.

Paradójicamente, esta homogeneización prefabricada, de diseño, que no surge de la conciencia del origen común, no es nunca una expresión igualitaria sino siempre excluyente. Presupone, sin mencionarla jamás, la superioridad de la propia visión del mundo sobre las otras, y una inevitable rendición de la diversidad y de la belleza a un ideario gris, a una doctrina.

En nuestro tiempo, esa visión se impone, sobre todo, a través de los medios de comunicación, los cuales, como sabemos, cumplen hoy idéntica función litúrgica que las representaciones religiosas de la antigüedad: provocar un vínculo identitario concreto y preciso, “religar” a individuos que viven en un determinado lugar y momento, producir un consenso de las conciencias para que éstas sirvan al propósito común de la eficiencia, un sentimiento de acuerdo, de comunicación, y de lenguaje en definitiva.
Por eso, como decíamos al principio de este artículo, los nuevos medios de información y comunicación digitales suplen ese vacío de participación y de diálogo, y cumplen una más que valiosa función social en los tiempos de la globalización. Podemos hablar de cualquier cosa, todo es interesante, desde la geopolítica hasta el haiku, lo importante es la conciencia con la que hablamos, el lugar (maqam) desde donde lo hacemos, la naturaleza y condición de nuestro yo que habla. Compartir los lenguajes es hacer posible la realización de nuestras metas más elevadas, las más dignas y humanas, compartir la razón y la imaginación, los estados y la aniquilación, el silencio y la música de las esferas.
Realmente en esta diversidad que ahora se expresa de forma digital, porque no se ha podido expresar de otra manera, hay mensajes para quienes estén abiertos a ella, para quienes estén en la humilde y al mismo tiempo elevada disposición de aprender.

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